Supongamos que nuestro jefe nos envía un correo el viernes a las 3 pm. Lo abrimos y nos damos cuenta de que, muy al estilo de un ex presidente colombiano, él (o ella) pretende que sacrifiquemos algunas horas de nuestro fin de semana para elaborar un informe, el cual se necesita para el lunes a primera hora.La mejor solución es fingir desconocimiento de la existencia del correo infame y simular que no lo vimos. Podemos argumentar daño de nuestro PC, que no había señal de internet, que nuestro médico nos prohibió revisar el correo, y otras disculpas igual de pintorescas o más.