Hay cierto tipo de dependencia tecnológica que se configura cuando se hace imprescindible el uso de
ciertos artilugios para el normal desarrollo de nuestra vida. Tal dependencia, llevada al extremo puede producir episodios de infelicidad. ¿Se imaginan tener que hacer el jugo de naranja sin el exprimidor eléctrico o picar los ingredientes del guiso sin el procesador de alimentos, o tener que escribir una carta a mano?
Sin embargo, aunque inconveniente, esta dependencia no es tan peligrosa ni adictiva. Y aunque siempre es más sencillo y cómodo calentar los alimentos en el horno microondas, seguramente ninguna ama de casa tendría que lidiar con problemas emocionales si el aparato se descompusiera.